Un año…

Un año…

El tiempo ha pasado muy rápido para el gobierno del presidente Duque. Aunque mucho de lo que tenía en mente realizar ya está hecho, hay aspectos de su programa que aún no han comenzado.

La irrupción de la pandemia cambió dramáticamente la perspectiva y, por supuesto, las prioridades del gobierno. De la nada, sin tener la menor preparación, el Ejecutivo tuvo que hacerle frente a la peor contingencia de que haya memoria.

Como es natural, la economía se desplomó. En un abrir y cerrar de ojos millones de colombianos perdieron sus empleos. Las ciudades se llenaron de viviendas y locales comerciales para la venta o alquiler. Empresas sólidas quebraron, mientras centenares de personas morían diariamente.

En un santiamén, el gobierno tuvo que acomodarse. Sus proyectos fundamentales fueron desplazados. El presupuesto se destinó para atender la pandemia. Subsidios, mercados, equipos médicos y ahora millones de vacunas y la logística para aplicarlas se convirtieron en las prioridades.

Es innegable el descontento que millones de colombianos sienten frente al gobierno nacional. Las cosas no han salido, hasta ahora, como muchos de los electores de Iván Duque anhelaban. Curiosamente, buena parte de los ataques el Ejecutivo provienen de sectores del Centro Democrático donde hay feroces críticos de la administración.

Lo cierto es que el gobierno tiene un año por delante para cumplir las asignaturas pendientes y terminar el mandato al alza. Lo primero, empezar, sin más dilaciones, la fumigación de cultivos ilícitos. Así mismo, seguir por la senda de la reactivación económica y el afianzamiento de los programas sociales puestos en marcha durante la pandemia.

De los resultados del gobierno a corte 31 de diciembre de este año dependerá, en buena medida, el resultado de las elecciones del año entrante. Si el país no levanta cabeza, el triunfo de la extrema izquierda socialcomunista quedará servido en bandeja de plata y el futuro del régimen democrático en evidente suspenso.

Este no es momento para relajarse ni creer la fábula de que Petro llegó a su techo y que su victoria es improbable. Eso mismo pensaban millones de peruanos que no tomaron en serio la amenaza que significaba Pedro Castillo. Lo veían como un atorrante ignaro con un discurso deshilvanado y sin sustento. Mientras la clase media se burlaba del sujeto que recorría al país de extremo a extremo con un lápiz de inflar, éste, con el apoyo de sectores afines al terrorismo y al comunismo, afianzaba una masa electoral que terminó por darle la victoria.

En política no hay nada escrito. La campaña no ha comenzado y Petro lleva mucha ventaja. Las circunstancias nacionales le son favorables a su discurso cargado de mentiras y de promesas irrealizables.

En el otro lado del espectro, no se vislumbra una figura que logre convocar a un sector que, al margen de las diferencias partidistas, tiene un propósito común: garantizar la continuidad democrática. Pero para que ese liderazgo pueda concretarse, es fundamental que el gobierno de Duque muestre resultados positivos. Y ello no depende únicamente de la buena voluntad ni del liderazgo del presidente de la República. Se requiere un esfuerzo común del que participen todos los sectores interesados en que en el 2022 no suba al poder el modelo petrista. Y ahí, es menester anteponer los intereses nacionales a las ambiciones políticas personales.

Queda un año para salvar a Colombia. El gobierno tiene que poner de su parte, los partidos políticos lo mismo, pero sobre todo la ciudadanía debe hacer las veces de motor para lograr que el país retome su marcha y se aleje del abismo del socialcomunismo.

@IrreverentesCol

Publicado: agosto 11 de 2021

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