Santos, muerto de miedo

Santos, muerto de miedo

El corrupto expresidente Juan Manuel Santos tiene suficientes razones para temblar de miedo. La justicia, al decir popular, cojea, pero llega. 

Y eso parece estar sucediéndole. El cerco por el caso Odebrecht es cada vez más estrecho. Mientras ejerció la presidencia, se valió de su infinito poder corruptor para tapar el escándalo. Al principio, cuando se conocieron las primeras revelaciones, Santos intentó manipular la situación para hacer creer que el único o los únicos involucrados en actos de corrupción habían sido funcionarios del gobierno de Uribe, particularmente el exviceministro de Transporte, Gabriel García Morales. 

Pero el tamaño de la operación criminal es tan grande, que fue imposible encubrirla. Santos suscribió un acuerdo con Odebrecht, empresa que financió sus dos campañas presidenciales. En 2010, con por lo menos US$450 mil dólares, cifra con la que se pagó la elaboración de más de 2 millones de afiches, operación delictiva que fue revelada en exclusiva por LOS IRREVERENTES, en el mes de marzo de 2017.

Lo cierto es que si hay un presidente latinoamericano que le haya empeñado su presidencia a Odebrecht, ese es Juan Manuel Santos y por tal motivo, su futuro es negro. Lo que ha venido sucediendo en otras naciones lo debe tener sumamente preocupado y su angustia creció como espuma cuando se enteró de que la justicia de los Estados Unidos, país que tiene en su poder información de singularísima relevancia relacionada con ese caso, ordenó la captura del expresidente del Perú, Alejandro Toledo. 

La fiscalía colombiana ha avanzado. Quizás no a la velocidad que demanda la sociedad, pero sí ha logrado establecer unas líneas de investigación que apuntan a una misma cabeza: la de Juan Manuel Santos Calderón. 

Al decir popular, no hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague. A Santos le llegó la hora de responder por sus actos de corrupción. La comisión de acusaciones, que es su juez natural, cuenta con todas las pruebas para iniciar en su contra el antejuicio político que deberá surtirse en el Congreso de la República, para posteriormente llevar a cabo el proceso correspondiente en la Corte Suprema de Justicia. 

Tal es el miedo de Santos, que, como medida desesperada, recusó al representante investigador, Ricardo Ferro, alegando una supuesta “clara enemistad grave”. Ferro, que es miembro del Centro Democrático, ha demostrados ser un congresista juicioso, aplomado y serio.

Obviamente Santos, que está acostumbrado a que sus amigotes le tapen todos sus delitos, tiembla ante la posibilidad de que un congresista insobornable -como es el caso de Ferro- adelante la investigación en su contra, la cual está sustentada sobre bases muy sólidas, como son los testimonios que han dado personas que participaron en la operación de filtración de dinero de Odebrecht, a la campaña reeleccionista de 2014. 

A todos los delincuentes les llega su hora. Tarde o temprano, Juan Manuel Santos tenía que asumir las consecuencias de sus actos; la sombra de Odebrecht ya lo alcanzó y no podrá escaparse de ella a punta de recusaciones mañosas que no tienen futuro ninguno.

@IrreverentesCol

Publicado: julio 18 de 2019 

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