Laureano Tirado: Reflexiones del paro de profesores

Solo un país del nivel de absurdidad como Colombia se da el lujo de tener un mes sin clases a estudiantes de colegios públicos.

No es la primera vez ni tampoco será la última que los trabajadores de la educación agrupados en el poderoso sindicato de FECODE está en paro de actividades. En esta ocasión al igual que en el pasado sus reclamaciones siguen siendo las mismas: mejores salarios, primas, bonificaciones… nadie puede estar contra la justa exigencia de los profesores y que merecen de temer mejor remuneración, son las personas que dedican su vida a la noble tarea de educar a nuestros hijos; ojalá el gobierno moribundo de Juan Manuel Santos cumpla al final de su mandato parte de las promesas incorporadas en los documentos firmados por el Ministerio de Educación y FECODE para levantar los eternos e históricos paros.

Pero más allá de estar o no de acuerdo con el mecanismo de presión que utilizan los profesores para obtener el cumplimiento de derechos adquiridos -para algunos desbordados ante realidad presupuestal de la nación-, este paro debe servirnos para reflexionar y abrir el debate aplazado y urgente sobre el contenido, forma y nivel que tiene la educación pública y privada en Colombia. Pero más que debate, la prioridad es la ir más allá del debate salarial, de gratuidad de la educación, de cobertura, y del mal planteado concepto de calidad, para repensar y replantear entre todos cual es la educación pública que necesitamos en el aula de clase.

Una de las reflexiones es la urgencia de devolverle la majestad, la dignidad al docente: regresemos al ¡Maestro! En el pasado cuando este país era rural, el maestro, al igual que el juez, el médico y el sacerdote, eran las personas más respetadas y honorables del pueblo, respeto ganado con ejemplo en el ejercicio de sus actividades y ligado también al desempeño de sus vidas. Actualmente, y como lo dicen con nostalgia los más destacados y veteranos profesores, la autoridad ejercida por rectores y docentes fue suplantada por el descabellado despropósito de la Corte Constitucional de legislar en todo para otorgarle en este caso a cada estudiante –y en el peor de los casos a padres de familia y acudientes- una sentencia que se instrumentaliza para doblegar la labor diaria de los profesores en las aulas en materia de exigencia académica y disciplinaria.

Por otro lado, los docentes desbordaron el objetivo que tiene la asociación sindical FECODE asumiendo posiciones políticas e ideológicas para imponerlas a los estudiantes en los colegios sin el mínimo respeto. El mejor el ejemplo, el más reciente, lo presenciamos en las elecciones del 2014 donde FECODE asumió jefatura de debate en la relección presidencial de Santos y posteriormente con mayor beligerancia la campaña del SÍ en el plebiscito con intereses netamente salariales y activistas. Frente a este hecho desbordado e irregular, se debería prohibir a los docentes al igual que sucede con los integrantes de las Fuerzas Militares y los operadores de Justicia, el ejercicio activo, público militar y participar en actividades políticas que involucre su responsabilidad pública como educador; de igual forma la participación como candidatos a cargos de elección popular. El aula de clase, el escenario de la relación sagrada entre educador y estudiante debe ser sagrado y epicentro de la actividad netamente académica para desterrar la beligerancia, adoctrinamiento y activismo político que se tomó las escuelas y colegios.

Otra reflexión es la necesaria revisión de los pénsum de primaria y secundaria frente a la realidad académica y el desempeño social que tienen los egresados de bachillerato. Algo debe estar pasando y fallando en la metodología de enseñanza cuando se tienen los indicadores más bajos del mundo en lectura y que decir del descalabro en el manejo del lenguaje y el desconocimiento casi total de la gramática. Es necesario que el país se encamine por la ruta de las letras, los libros no pueden seguir siendo un privilegio de unas elites intelectuales soberbias incrustadas en la burocracia de las universidades públicas y negocio de las editoriales.

Los estudiantes deben ser sumergidos en el mundo de la filosofía, la literatura, la gramática, las humanidades, las lenguas, las artes, la música, la ciencia, la innovación, la creatividad, y el desarrollo de cualidades particulares. Los colegios deben ser epicentros de formación de los nuevos ciudadanos conocedores primero de sus deberes para con la sociedad y no instrumentos de exigencias de derechos de activistas políticos: se requiere con urgencia recuperar la disciplina, el orden, el respeto en los claustros.

El propósito de la educación pública y privada debe concentrar esfuerzo en volver a educar a los futuros ciudadanos en íntegros demócratas, respetuosos y cumplidores de deberes para no tener que concentrar tareas como ciudadanos en exigencia de derechos. La educación que merecen los nuevos colombianos se debe priorizar en la recuperación del valor democrático de justicia suplantada y desvalorizada por políticas que incentivan la vida y actividad delincuencial. Existen una lista interesante de propuestas en materia de mejoramiento educativo, lo importante es abrir y exigir entre todos que avancemos en la implementación de estas y otras ideas para educar a las nuevas generaciones porqué la que tenemos fracaso estruendosamente.

@LaureanoTirado

Publicado: junio 19 de 2017