¡Laus Deo!

¡Laus Deo!

Habida consideración de mis circunstancias corporales, desde hace tiempos tengo claridad acerca de que soy paciente de alto riesgo, por lo cual la comparecencia ante el quirófano suscita en mí la necesidad de hacer examen de conciencia que dé cuenta de mi vida y la correspondiente meditatio mortis.

La cirugía a que debí someterme hace poco implicaba la intervención en ambos pulmones para identificar, atrapar y extraer seis nódulos cancerosos que estaban creciendo de modo inquietante. Gracias a Dios y, por supuesto, a la pericia del Dr. Alejandro Gaviria Velásquez, resultó exitosa. Mi gratitud se extiende al personal de la Clínica Medellín de Occidente, en cuya UCI estuve confinado durante 5 días bajo las más confortables condiciones posibles. He de agradecer también las oraciones y el interés en mi recuperación de parte de un sinfín de seres queridos que me han rodeado con afecto entrañable para darme ánimo.

Aquí estoy, pues, de vuelta. Pude haberme ido para siempre, pero Dios dispuso que permaneciera un tiempo más en este mundo, en el que, a decir verdad, no me hallo a disgusto, aunque bien sé que más pronto que tarde tendré que dar el paso definitivo hacia la vida eterna.

A los escépticos les recuerdo el análisis que hace Pascal de este asunto crucial para cada uno de nosotros. Se puede vivir desentendido del más allá e incluso negándolo. Es posible que en la hora decisiva el que así vive se hunda en la nada. Pero, ¿si resultare cierto que nuestro espíritu sobrevive a la muerte biológica y pasa a otros estados que desde acá no alcanzamos a discernir adecuadamente? El que ha vivido con la convicción de que somos peregrinos y la muerte es un despertar, sabe a qué atenerse cuando la hora decisiva le llegue. Pero el que se aferra a la creencia de que vida solo hay una y es ésta en la que nos hallamos, se encuentra en tal caso, por así decirlo, con una menuda sorpresa.

Pascal habla de sendas apuestas. El creyente apuesta a la continuidad de la vida. Si la hay, lo gana todo. Si no la hay, ya no se dará cuenta de lo perdido. El escéptico, por su parte, le apuesta a la nada. Si gana, tampoco se dará cuenta de su acierto. Pero, ¿qué sucede si pierde? Ha desperdiciado su vida terrenal y tiene en vilo su vida eterna.

Hoy es Domingo de Ramos y comienza la Semana Santa. Es tiempo de reflexión sobre el misterio de Cristo y los de nuestra existencia. Para los racionalistas y los incrédulos en general, estos días quizás carezcan de sentido y piensen que dan testimonio más bien de la estulticia colectiva. Pero, ¿si resultare cierto lo que el Credo reza acerca de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Si en verdad padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue muerto y sepultado, resucitó al tercer día y a los 40 días ascendió a los Cielos?

«El Maestro y Margarita», de Nikolai Bulgakov, es una obra maestra de la literatura que se produjo en la Unión Soviética. Comienza con una conversación callejera en el Moscú de 1930. Unos contertulios intercambian ideas sobre el mito de Cristo, que era dogma oficial en su país y lo sigue siendo para la mentalidad ilustrada en los tiempos que corren. Entonces, un personaje estrafalario mete baza en el asunto y afirma con mucha convicción que todo lo que se dice en los Evangelios sobre Jesús de Nazaret es rigurosamente cierto. Quien así se expresa es nada menos que el mismísimo Demonio, que acaba de irrumpir en la ciudad para hacer de las suyas. Lo que sigue es fascinante.

No recuerdo si en otra ocasión he comentado el caso de Lee Strobel, pero vale la pena traerlo a colación, 

Strobel era un destacado e influyente periodista de investigación en Chicago. Tanto él como su esposa eran ateos recalcitrantes, pero, en un momento dado, ella se convirtió al cristianismo. Él montó en cólera y se dedicó a investigar a fondo el tema de Cristo para convencerla de su error. Quién resultó convencido de estar equivocado fue él, y decidió escribir sobre sus hallazgos, amén de convertirse a una confesión protestante de la que se hizo pastor. El libro resultante de su investigación llegó a ser un best-seller hace algún tiempo. De hecho, ha publicado varios que se consiguen en Amazon y pueden descargarse al Kindle.

Es verdad que al escéptico racionalista le cuesta mucho trabajo lidiar con ciertos aspectos de nuestra fe que desafían sus concepciones sobre la razón y la realidad. Nunca los entenderemos a cabalidad, pero debemos aceptar que nuestra razón tiene límites y nuestra concepción de la realidad suele ser bastante estrecha. Para que la fe tenga entrada en nosotros, como lo enseña un interesante libro de Jean Guitton, debemos admitir que nuestra razón se mueve entre «Lo Absurdo y el Misterio«.

El misterio se nos manifiesta de muchas maneras. Basta con abrir los ojos para advertirlo. Y esas manifestaciones nos van llevando de la mano hacia la Luz. Entonces, no podemos negarlo y nos toca seguir sus pasos. 

Al momento de la Consagración, siempre le doy gracias a Dios por su amor y su misericordia infinitos (sendos misterios), por nuestra redención y el perdón de nuestros pecados (también sendos misterios) y porque nos auxilia con su gracia, nos fortalece con su presencia y nos guía amorosamente hacia la bienaventuranza (otros misterios).

Todo esto desborda nuestra capacidad ordinaria de comprensión, pero doy fe de que la gracia de Dios obra y la oración, cuando es sincera y se funda en motivos serios, ofrece resultados sorprendentes.

Jesús Vallejo Mejía

Publicado: abril 1 de 2021

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