La pedofilia y el amor al prójimo

Toda la existencia de la humanidad está ligada al sexo, a las relaciones entre hombres y mujeres en el íntimo acto de la copulación o en el fenómeno forzado del acceso carnal. Buena parte de esas relaciones sexuales, le ha permitido a los hombres, poblar la tierra con seres semejantes. El amor en pareja se denomina matrimonio, si ese amor se concreta en un contrato bajo las normas de una iglesia o del estado. Una pareja, con matrimonio o sin él, puede adquirir con su trabajo, un patrimonio, conjunto de bienes y obligaciones que son parte esencial para la supervivencia de la pareja y sus descendientes.

Todo ello funcionó dentro de ese paisaje heredado desde la mitología del paraíso, solo que la naturaleza le jugó al secretismo, pues existía desde siempre, una variante – hoy una gama de modalidades – las relaciones sexuales entre individuos del mismo sexo, calificadas como demoníacas y contra natura, por  las cuales las personas que así sentían su condición humana, entraron a la sombra, al closet de los monasterios, a la clandestinidad de la simulación. Una conducta atrofiada, también de índole sexual, el apetito hormonal por los niños y adolescente, la pedofilia. reina hace siglos en oscuras sacristías, centros educativos, hogares de protección o similares, intrafamilias.

En los últimos días ha habido noticias de abusos  y maltratos a niños y niñas de la comunidad católica mundial. La iglesia de Roma y San Pedro cuya sede es el Vaticano, enclavado en la República de Italia, posee la doble característica de ser un Estado y a la vez residencia del Papa o Sumo Pontífice de la Iglesia católica cuya feligresía alcanza la  suma de 1.200 millones de creyentes y que ha visto desfilar 266 Papas, es la institución que protegió los más importantes documentos del arte y de la historia, que creó las hermosa música gregoriana, que cubre con su misión miles de centros de apoyo a la población desvalida o en catástrofes, que construyó los templos y catedrales que son la admiración de todos nosotros, es la misma que desnudan sus carnes devaluadas y pedófilas .

Podemos deducir que miles, millones de niños y jóvenes que los curas utilizaban por horas y días, en la larga y silenciosa Edad Media  y contemporánea ,  en nombre de la salvación eterna y un puestico a la diestra de Espíritu Santo. Miles y miles fueron abusados por altos jerarcas, párrocos de aldea y sacerdotes  que los motivaron para sacrificarse o premiarse con el cargo de acólitos del templo. Miles o millones que durante 2000 años “amaron al prójimo” menor edad para que se acomodaran dentro de su sotana y de los cálidos copones que limpiaban, sacrosantamente, después. Y en los majestuosos coros, orgullo de sus familiares, sonara el Credo de Palestrina, mientras el pedófilo amolaba la herramienta como emisario del Señor.

¿Le llega la hora de la desconfianza a las puertas del Vaticano y de las nunciaturas? Noticias graves señalan: en Alemania los niños del coro de Ratisbona, unos 500, fueron víctimas desde 1945. En Boston el cardenal Bernard Francis Lawes denunciado por un diario de haber abusado de 130 niños. En Australia una comisión especial afirmó que se registraron más de 4.000 casos o denuncias contra 1.880 sacerdotes. En Irlanda un informe señala los delitos de pedofilia en los centros educativos.

El caso más elocuente es del estado de Pensilvania (EE.UU). Se trata de 1.000 menores que implican a 300 sacerdotes, encubiertos por la Iglesia. Ha sido la misma Iglesia Católica estadounidense la que ha pagado más de 3.000 millones por indemnizaciones a las víctimas. La prensa califica a estos curas denunciados y procesados como “depredadores”.

Conmociona a la Iglesia esta situación que forma una controversia aguda por las contradicciones que afloran en una institución que se presume trabaja por y para el bien de la ciudadanía y en la práctica ocurre lo contrario. Se pone, otra vez, al día, el debate sobre el celibato. El asunto es grave, porque los pedófilos tienen la sartén por el mango. Ocupan  el poder eclesiástico en todas las escalas decisorias. No basta que Jesús fuera un varón de casta y la Magdalena una hembra sin costo. Las hormonas juegan el siguiente partido. El nombre  escogido para el equipo es “Divino Huracán F.C.”.

Jaime Jaramillo Panesso

Publicado: agosto 21 de 2018

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