La guerra sucia de los periodistas de la extrema izquierda

La guerra sucia de los periodistas de la extrema izquierda

Al ver que su hegemonía empieza a hacer agua por todos los frentes, el gremio de periodistas de la extrema izquierda, ese mismo que sabe cómo convertirse en un ente monolítico e indestructible cuando de defender su agenda a intereses se trata, ha dado muestras de desespero y descontrol por cuenta de algunas decisiones empresariales legítimas, adoptadas por empresas privadas de comunicación. 

El episodio más reciente, tuvo que ver con el canal RCN televisión, que tomó la decisión de no avanzar en el proceso de contratación de la alevosa Adriana Lucía, cantante oriunda de El Carito -un corregimiento de Lorica, Córdoba- quien tenía la aspiración de integrar el grupo de jurados del programa denominado Factor X

Una empresa privada, tiene todo el derecho de adoptar las decisiones que en criterio de sus ejecutivos son las más convenientes, en todos los sentidos. Al final del día, el asunto es de pluralismo, audiencia y, por supuesto, de dinero. 

Conocida la decisión de RCN, la propia Adriana Lucía, en una actitud que pinta de cuerpo entero su talante menor, se dio a la tarea de acudir a las redes sociales y a otros medios de comunicación para informar sobre el hecho. De inmediato, se desató un canibalismo inaudito en contra de RCN, señalando que se trataba de un episodio de censura. 

¿Cuál censura? Acaso la cantante de marras era empleada del canal y sus directivos le ordenaron callarse u ocultar sus ideas políticas de izquierda. Nada de eso. Es evidente que la artista no tiene el perfil que los directivos de RCN quieren darle a la nueva temporada de Factor X para efectos de obtener un buen rating, el cual se traducirá en pauta publicitaria. 

Aquellas valoraciones, no fueron tenidas en cuenta por los colectivos de periodistas de ideas radicales, que más que comunicadores, son activistas y adoctrinadores ideológicos. 

Esos mismos que andan promoviendo las descalificaciones y los ataques contra RCN por una censura que solo existe en su alevosa imaginación, son los mismos que durante el gobierno de Juan Manuel Santos guardaron silencio y hasta aplaudieron el hostigamiento contra periodistas que tuvieron el coraje de no dejarse seducir por la mermelada y, en vez de ello, mantuvieron su voz crítica contra el régimen que le entregó la dignidad de la República a la banda terrorista de las Farc, como es el caso de Hassan Nassar, quien fue censurado y despedido del canal Cable Noticias, de propiedad del cuestionado empresario venezolano, Alberto Federico Ravell. 

Antes de la llegada de sus nuevos socios, la revista Semana era una trinchera de la izquierda radical, sobre todo en su línea editorial. El desequilibrio era evidente, razón por la que decenas de miles de antiguos suscriptores y lectores dejaron de comprar esa revista. 

En los últimos meses, se ha registrado un cambio editorial consistente en incluir voces de la derecha o del centro derecha. La inclusión de la columnista Salud Hernández-Mora es prueba fehaciente de aquello.

Lo mismo con la creación del canal digital, bajo la dirección de Vicky Dávila, que sin ser una mujer de derecha, está lejos de ser una militante de izquierda con micrófono en mano. Cumple su labor de periodista y así como tiene detractores, también tiene amigos en todos los puntos del espectro ideológico. 

Otro de los cambios importantes registrados en Semana, fue el despido de Lariza Pizano una abierta enemiga del uribismo y activa militante de la izquierda. 

Pizano, que durante algunos años fungió como editora política, fue una de las personas que se encargó de matricular a la revista en cuestión en la causa del mamertismo militante 

La arremetida no se hizo esperar. El portal La Silla Vacía –que recibe financiación de organizaciones de George Soros-, se ha dedicado en las últimas semanas a lanzar ataques contra Semana y contra sus nuevos socios. Es evidente que la izquierda está acusando recibo del sano viraje que paulatinamente están adoptando algunos medios de comunicación y eso, por supuesto, se ha traducido en una asquerosa guerra sucia impulsada por los viejos “pontífices” del periodismo, que creían ser unos intocables dueños de la verdad.

@IrreverentesCol

Publicado: enero 20 de 2020

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