La «dosis mínima» de la paz

La «dosis mínima» de la paz

“Dijéramos” que, como con tanta frecuencia repite Humberto –viejo hazmerreír que ayudó a construir la falacia más grande del gobierno anterior-, en esta oportunidad no vamos a referirnos en términos de gramos, kilos o toneladas; tampoco queremos escribir sobre marihuana, cocaína, bazuco, ácidos o pastillitas que se venden en colegios, como si fueran dulces. 

Para tranquilidad de los lectores, nos abstendremos de mencionar rutas, embarques, bandas de microtráfico, crecimientos de cultivos ilícitos o fumigaciones con glifosato que tanto molestan a los ambientalistas, a quienes, con la mayor consideración, invitamos para que se concentren en sus laboratorios y, de una buena vez, se inventen  algún producto, natural e inofensivo, que sirva para acabar con las cientos de miles de hectáreas de coca sembradas en nuestro territorio. 

Porque, dicho sea de paso, es obligación de los científicos colombianos generar propuestas que protejan nuestros ecosistemas en esta nueva etapa de la batalla contra los carteles de la droga que, como las Farc, no quisieron aceptar las condiciones de “la puta paz” –mencionada al mejor estilo de #HolaSoyDanny- que les ofreció el Nobel de Odebrecht.

En este momento, a pesar de los debates que puedan surgir, enfrentar la producción de cocaína no da espera. ¿Acaso podemos dudar de la trágica realidad de Colombia, hoy convertido en un país consumidor, sitiado por delincuentes bien organizados que han permeado instituciones escolares, universidades, parques y esquinas en cientos de municipios a lo largo y ancho de la geografía nacional?

Ante esta nueva realidad, ¿por qué quienes tanto defendieron el proceso de La Habana se quedan callados ante el llanto de padres de familia desconsolados, que no dudan en compartir con las audiencias de los programas radiales de la mañana, el horror que viven al ver caer a sus hijos al fondo, por culpa de esa cultura mafiosa que se ha venido imponiendo en términos de moda social, donde “probar” y “ofrecer” son verbos muy conocidos por nuestros jóvenes? 

Les propongo, entonces, que hablemos de algunas acciones urgentes que requiere nuestra sociedad para referirnos a la paz que los colombianos merecemos:

1) Apoyar decididamente al Presidente Duque en su propósito de acabar con la dosis personal, que es la principal causa del aumento del consumo de droga en la juventud. Los elocuentes defensores del libre desarrollo de la personalidad, por más liberales que sean, no pueden voltear la mirada ante la desgracia que viven miles de familias colombianas. Me pregunto: ¿así quieren llegar al poder, pasando por encima del dolor de las personas?

2) La línea 167, recientemente presentada por el Gobierno Nacional en Amagá, debe ser parte de la lista telefónica de los colombianos. Tenemos derecho de actuar como colaboradores del Gobierno, y denunciar a los jíbaros y a las organizaciones dedicadas al microtráfico que están arrasando con el futuro de cientos de miles de muchachos y llenando de pena a sus seres queridos. 

3) Llegó la hora de quitarles la máscara a los políticos “progresistas” que defienden ideas que en nada benefician el desarrollo humano y social: desconocer los horrores que causa el consumo de sustancias psicoactivas en el individuo es un grave error. (Señor Petro y compañía, ¿por qué tanto silencio?, ¿están enredados o trabados?).

4) Impulsar la extradición exprés de los comandantes de las disidencias de las Farc y el ELN, así como de sus cómplices de escritorio, magistrados e “intelectuales”, miembros de enmermeladas ONG y voceros de think tanks, que a través de los medios de comunicación continúan defendiendo esa “puta paz”, como está visto, infestada de cocaína… 

5) Enfrentar con el apoyo de la comunidad internacional las organizaciones paraestatales que se han lucrado de los dineros del narcotráfico, tapando con artimañas jurídicas los delitos cometidos por el ELN y los “disidentes” de las Farc. 

Con todo respeto: ¿Todavía no han aparecido “Iván Márquez” y “el Paisa”? Un buen amigo venezolano me comentó que en el Barrio 23 de enero, fortín chavista de Caracas, con seguridad pueden encontrarlos; eso sí, debidamente escoltados por los matones de Maduro.

#DosisMínimaDeLaPaz

@tamayocollins

Publicado: septiembre 12 de 2018

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