El continuista hacia “la transición”

El continuista hacia “la transición”

Cuando los gobiernos empiezan a agonizar, el presidente saliente pone el ojo sobre la persona que habrá de reemplazarlo, pensando en que el poder quede en manos de alguien con la capacidad de continuar con su obra.

No es algo nuevo ni exótico. En el año 34 del siglo pasado, cuando culminaba el gobierno de Olaya Herrera, el liberalismo decidió que el poder debía serle traspasado a Alfonso López Pumarejo, quien llegó a la presidencia sin muchos contratiempos, pues el conservatismo había declarado una abstención como consecuencia de la oleada de violencia que los liberales habían desatado contra sus militantes inermes y pacíficos.

Aquella elección fue la primera de un “continuista”. En tiempos recientes, los gobernantes han intentado repetir dicha operación. En 1998, Samper lo hizo con Serpa y estuvo muy cerca de lograr su cometido. Luego, Álvaro Uribe ungió al traidor Santos como su candidato, logrando que 9 millones de colombianos votaran por él, a manera de homenaje por su excelente labor al frente del gobierno nacional.

Ahora que se acerca el momento tan esperado por millones de colombianos que cuentan los minutos para que se propicie la salida de Santos del poder, las campañas comienzan a alinderarse y Santos, tratando de impedir que la oposición encarnada en el Centro Democrático llegue al poder, empieza a tomar decisiones políticas.

Es claro que su candidato no es Germán Vargas Lleras con cuyo partido el gobierno tuvo un fuerte rompimiento político. Tampoco lo es el oportunista exnegociador Humberto de la Calle, cuya aspiración no tiene futuro alguno.

Por eso, es evidente que el presidente le apuesta a un candidato con posibilidades reales, como es el caso de Sergio Fajardo, un izquierdista agazapado que es incapaz de fijar una posición clara frente a cada uno de los aspectos más relevantes de la vida nacional.

Confirmado está que el periodista Enrique Santos Calderón quien le maneja la agenda política a su hermano el presidente de la República. Al fin y al cabo, el fue la persona que sentó las bases para el proceso que condujo a la legalización y amnistía de los miembros de la banda terrorista de las Farc.

Cuando empezaba la temporada de vacaciones de fin de año y el país estaba concentrado en las festividades navideñas, circuló la fotografía de un almuerzo privado entre Enrique Santos y el candidato verde, Sergio Fajardo, reunión que permite creer que entre el gobierno y el aspirante presidencial se está adelantando una negociación política.

Fajardo es el candidato ideal para la “transición” de la que tanto habla Santos y que le conviene en demasía a las Farc. Fajardo será a la Colombia de hoy, lo que en su momento fue Alexander Kerensky en la Rusia postzarista. Cuando los Romanov fueron defenestrados, los radicales de la revolución vieron en Kerensky a la persona indicada para tender el puente hacia el comunismo, dado el talante pusilánime, blando y cobarde del que había sido ministro del gobierno provisional que se había constituido después del derrocamiento del zar Nicolás II.

Todas las transiciones, para ser eficientes, requieren de políticos blandos. El ejemplo más reciente se vivió en Venezuela, durante el gobierno de Rafael Caldera. El octogenario mandatario, un hombre sin talante y sin talento –características comunes con Fajardo-, fue la persona que pavimentó el camino para la llegada de la brutal dictadura que hoy tiene perfectamente destrozada a Venezuela.

Por eso, para Santos y las Farc, la persona indicada, el candidato hecho a la medida de sus necesidades es Sergio Fajardo, un dirigente al que el país sólo le conoce frases de cajón, slogans publicitarios y ni una sola posición firme frente un tema determinado.

@IrreverentesCol

Publicado: enero 9 de 2018