El cerebro y la carne

Con frecuencia me preguntan,  cuál es la clave para el desarrollo del cerebro en  el recién nacido. Les respondo fácil, Triple A: afecto, alimentación y aprendizaje. Esto son las tres palabras donde se apoya el proceso de maduración cerebral.

Afecto indica acompañamiento, respaldo y devoción para  encauzar el control de las emociones, fundamental en las decisiones. Estímulos  -desde el vientre hasta el último día- para que nunca deje de descubrir y de soñar, como “El Principito”. Es encender la neurogénesis y crear nuevas redes anastomóticas. El aprendizaje como el gran facilitador del inmenso potencial que tiene nuestro cerebro.

La alimentación debe ser completa, adecuada e integral. Dar todos los suplementos que necesita el cerebro para su buen funcionamiento. Un órgano excepcional y enigmático que solo pesa 1.5 kilos (2% del peso corporal) y que consume el 20% del aporte calórico del organismo. La dieta debe ser balanceada y suministrar todos los nutrientes que el cerebro requiere para su desarrollo y crecimiento.

La nutrición la entiendo como una pirámide  y para aplicarla se debe formular una guía alimentaria durante el primer año de vida. Este periodo vulnerable determinará cómo será el cerebro del adulto. Solo hay un alimento que tiene todos los nutrientes y que debe recibir el niño durante los primeros 6 meses de vida: la leche materna. Es el soporte o piso de la pirámide alimentaria. La OMS recomienda que esta se mantenga hasta los dos años (con complementos) pero diversas circunstancias sociales no permiten esta continuidad en el tiempo recomendado. Ascendemos en nuestra figura y desde los 6 meses los niños necesitan alimentación complementaria. Dos consideraciones básicas: variada y equilibrada.

En ese curso inducción alimentaria se recomienda las frutas, verduras y cereales (estos contienen ácidos grasos esenciales claves para la comunicación neuronal). En forma gradual y paulatina nuestros colegas pediatras aconsejan  introducir las carnes en la dieta de los niños. Se inicia con las carnes blancas (pollo y pescado) y al finalizar el primer año, si no hay reacción o rechazo, debe tener una dieta integral incluyendo las  carnes rojas. No existe contraindicación  para iniciar las rojas y la tolerancia a su presentación molida es de buena aceptación en el lactante.

Las carnes son un  complemento muy importante: suministran proteínas de alto valor biológico. El hierro por ejemplo, el carro que transporta el oxígeno al cerebro. El fósforo, ideal para la integridad de las membranas de las células. La vitamina B12 tan necesaria para los procesos metabólicos del desarrollo y especialmente la mielinización. Fuente jugosa de vitamina B12 es la carne de res; por otra parte hay publicaciones de lesiones neurológicas en los niños hijos de madres vegetarianas que cursaron sin aporte adecuado durante el embarazo (Aguirre, 2019. Apnea, convulsiones y déficit cognitivo).

La teoría del desarrollo del cerebro menciona el descubrimiento del fuego clave para la evolución de la especie. Estudios recientes (Nature, Universidad de Harvard) mencionan que la entrada de la carne modificó la arquitectura corporal de nuestros antepasados: reducción en el tamaño de la mandíbula y de los dientes. La caza, sus herramientas y la llegada de proteínas de origen animal  permitieron  que nuestro cerebro se transformara (100 gramos de carne aportan 200 kilocalorías frente a las 20 kilocalorías de 100 gramos de hojas o las 75 kilocalorías de fruta fresca). No hay duda que en esta teoría evolutiva hay una estrecha relación entre la carne y el fuego. Entendieron el fuego y con la cocción de los alimentos se mejoró el aprovechamiento de la carne animal. Evolución, crecimiento y desarrollo del cerebro facilitado por la comunión entre la caza, la carne y el fuego. (Wranham 2009)

Cumplimos más de 3 millones de años teniendo la carne como alimento esencial o complementario en nuestras dietas. Hace parte de la constitución de la naturaleza humana en un cerebro que multiplicó 300% su peso original. Por esta razón, de antigüedad y experiencia, hay que pasar por el filtro de la evidencia medica relaciones que se expresan en forma liviana y que no están científicamente demostrada.

La relación  por ejemplo entre el cáncer colorrectal y el consumo de carne. La OMS clasifica este riesgo muy débil. Por otra parte, hay que diferenciar el riesgo entre carne roja y carne procesada para que el sesgo no invalide conclusiones. Tan disparatado son estas interpretaciones como culpar a la carne del desastre del Amazonas y utilizar la expansión de la ganadería (“tala de los bosques”) o la agricultura (quema para preparar las cosechas y asegurar el pan coger) como los pirómanos de la tragedia ambiental. ¡Inaceptables apreciaciones incendiarias!

@Rembertoburgose

Publicado: agosto 30 de 2019

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