¿Dónde queda la libertad de cultos?

¿Dónde queda la libertad de cultos?

En medio de las grandes dificultades por las que pasa el país como consecuencia de la pandemia, a un desocupado le dio por interponer una acción de tutela alegando que por cuenta de una expresión del presidente Iván Duque, invocando la protección personal de la santísima Virgen de Chiquinquirá -Patrona de Colombia-, supuestamente se le estaban vulnerando sus derechos a vivir en un Estado laico.

Parecería un chiste. La propia Constitución, que en su preámbulo invoca la “protección de Dios”, protege las creencias de todos los ciudadanos, sin excluir al presidente de la República. El artículo 19 de la Carta dice: “Se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva. Todas las confesiones religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley”.

¿Acaso el presidente emitió un decreto ordenando a todos los colombianos a encomendar su alma a la Virgen? Él, con ocasión del aniversario de la exaltación de la Virgen de Chiquinquirá emitió un trino muy respetuoso, en el que agradeció y, respetando las diferencias religiosas que hay en Colombia, le agradeció y le pidió por el país.

Volviendo a la Constitución, en el artículo 13 se establece que ninguna persona puede ser discriminada por “razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica”.

La tutela contra Duque es una brutal manifestación de discriminación cuando los magistrados del tribunal superior de Cali le ordenan al presidente de la República borrar el trino en cuestión y, como si aquello fuera poco, lo conminan para que, en lo sucesivo, se abstenga de hacer cualquier tipo de publicación donde él exprese sus creencias religiosas. 

En su estupenda obra intitulada La Neoinquisición, el profesor chileno Axel Kaiser hace un recorrido por las nefandas secuelas de la corrección política y de las tendencias inquisitoriales que han impuesto los sectores que se denominan a si mismos como “progresistas”, desatando verdaderas cacerías de brujas contra aquellas personas o lideres que no se replieguen a la agenda ideológica de los promotores de esa temible corriente política. 

“La epidemia de disculpas, de castigos y de ostracismo social que han experimentado tantas personas (…) en tiempos recientes por opiniones o conductas que han quebrado tabúes habla de la forma irracional y primitiva en la que podemos actuar colectivamente. Se trata de verdaderas hordas que encuentran éxtasis en el castigo y el daño que pueden generar sin ser conscientes de que exista una razón para ello”, se lee en la introducción de la imprescindible obra de Kaiser. 

La decisión de los magistrados caleños no es un asunto anecdótico ni de menor cuantía. Ese fallo, además de ser abiertamente inconstitucional, es una burda y preocupante muestra de intolerancia hacia quienes, como el presidente de la República, profesan la Fe Católica en Colombia. 

Lo cierto es que, de facto, el tribunal de Cali derogó la libertad de cultos contemplada en la Constitución. Ahora, los Católicos serán perseguidos por sus creencias en el sentido de que no podrán hacer expresión pública de ellas. 

Se abre entonces un debate que merece ser atendido con la seriedad y compromiso que necesarios. Los Católicos tienen la obligación de hacer respetar sus creencias. Hoy empezaron con el cristianismo, pero seguirán con las demás religiones. 

@IrreverentesCol

Publicado: julio 28 de 2020

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