Colombia le debe honores a la Universidad del Valle

Colombia le debe honores a la Universidad del Valle

La celebración de los 75 años de fundación de la Universidad del Valle es un hecho tan importante, como la misma conmemoración de la creación del Departamento del Valle del Cauca, y quizás más trascendente, dado el influjo transformador que la Universidad ha ejercido en el pasado, presente y futuro del occidente colombiano.

En 1945 el promotor y primer Rector de la Universidad, Don Tulio Ramírez, resumió en un crudo documento las vicisitudes y dificultades que tuvo que afrontar para la fundación de la Universidad, el cual merece ser rememorado de manera literal:

«El optimismo no era unánime. Muy queridos amigos míos me calificaron de utópico, de desconocer lo impropicio del medio para esa clase de instituciones, basados en nuestra tradición pastoril y nuestro clima de zona tórrida. Algunos me detenían en la calle, me pampeaban, e irónicamente me congratulaban por mi obsesión universitaria, y me advertían que no saldría adelante».

La idea inclaudicable de Don Tulio Ramírez, era la de fundar un centro de educación superior, la cual concibió cuando era rector del Instituto Antonio José Camacho. Su vehemente deseo de darle vida a tan ambicioso sueño lo llevó a proponer, que se utilizara la organización del Instituto, para lo que inicialmente se llamaría Universidad Industrial de Occidente.

Finalmente, el 11 de junio de 1945 la Asamblea Departamental del Valle del Cauca, por medio de la Ordenanza No. 12, creó la Universidad Industrial del Valle del Cauca, con un claro propósito: “Capacitar al personal que tendría a su cargo la transformación de la ciudad de Cali, ya que ésta crecía desordenadamente al igual que la comarca vallecaucana y sus territorios de influencia.”

Durante 75 años, la Universidad ha sido coetánea al progreso de Cali y del Departamento del Valle del Cauca, y vital para el desarrollo de la región. Su inefable labor explica muchos de los logros y avances del occidente colombiano. La inestimable contribución al progreso prodigada por sus estamentos, profesores y egresados, ha sido determinante para que hayamos podido alcanzar la realidad presente. Baste tan solo imaginar, cómo sería de precaria la situación social, económica y empresarial del departamento y de su olvidado Pacífico, sin su edificante influencia.

La Universidad ha sido un campus abierto al conocimiento, la ciencia y la investigación, que ha servido de foro democrático para ideas, ideales e ideologías de todo tipo de matices y vertientes. Su historia llena de realizaciones arroja un formidable balance que merece el reconocimiento de la región y de la nación entera.

Ni la insuficiencia financiera que por momentos ha padecido, ni la miopía invencible de algunos gobernantes frente a su futuro, ni la conducta execrable de exiguas minorías criminales que han tratado de utilizar sus campus para subvertir y desafiar su orden institucional y a la democracia misma, han logrado mancillar su historia.

Ahora la Universidad se apresta a enfrentar los nuevos retos y desafíos que plantea la modernidad, la innovación, la productividad y la competitividad, así como la exigencia de una sociedad ávida de profesionales íntegros, capaces y solventes para resolver problemas inveterados y presentes, que estén preparados para articular los cambios que impone el avance tecnológico, y decididos a aniquilar la corrupción, la mediocridad, la resignación y el conformismo que agobia a la región y la nación.

Para asegurar la continuidad de tan demandante labor, es necesario que la dirección del Alma Mater siga en manos de profesionales ajenos a la política partidista y a ideologías regresivas o retardatarias, que sean auténticos líderes visionarios, poseedores de sobresalientes capacidades y merecimientos, que tengan comprobada experiencia en la dirección de grandes organizaciones, y que sientan devoción, pasión y fervor por la labor más preciada en las sociedades cultas, desarrolladas y progresistas, como es la Educación.

Para que alguien a futuro aspire a ser Rector de la Universidad, no le debe bastar tan solo exhibir títulos académicos; se requiere tener notoria autoridad y notable reconocimiento y respeto en la comunidad. La Universidad necesita estar bajo la orientación de profesionales adelantados, con avezados conocimientos del entorno social y económico regional, nacional e internacional, poseedores de agudo y esclarecido pensamiento pragmático y prospectivo, y de señalada capacidad gerencial, administrativa, legal y financiera.

Dadas los desafíos que en la actualidad afronta la educación superior pública, la Universidad debe seguir avanzando en su fortalecimiento institucional y en favor de su modernización tecnológica, para así lograr su reposicionamiento y la plena restitución de su prestigio, de manera que no deje de ser faro orientador del presente y guía segura para el futuro de una sociedad confundida y desorientada, y ahora amenazada por el renacer del populismo engañoso y del fallido comunismo.

Honor, salud y larga vida para la Universidad, y también para quienes fueron o en la actualidad son sus profesores, al igual que para todos sus alumnos y exalumnos.

De igual manera, honor, reconocimiento y eterna gratitud a quienes han sido sus rectores, entre ellos, su promotor y primer Rector Tulio Ramírez (1945-1949); Mario Carvajal (1954-1966); Alfonso Ocampo Londoño (1966-1971); Álvaro Escobar Navia (1974-1979); Antonio Barberena Saavedra (1979-1980); Rodrigo Guerrero Velasco (1982-1984); Harold José Rizo Otero (1984-1991); Emilio Aljure Nasser (1998-1999);  Óscar Rojas Rentería (1999-2003); y, a su actual Rector desde el año 2015, Edgar Varela Barrios.

Si algo me produce satisfacción, honor y orgullo, es ser también Profesor de la Universidad Pública, y en particular, desde hace 15 años, Profesor Destacado de la Universidad del Valle.

Que nadie se equivoque, la educación es la fuente del respeto, el orden y la justicia, y solo de ella dimana el progreso, el desarrollo y la verdadera Paz.

¡Qué viva la Universidad del Valle, para que viva el Valle!

@RRJARABA

Publicado: junio 30 de 2020

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*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico, Asesor Corporativo y Litigante. Conjuez y Árbitro. Profesor de la Pontificia Universidad Javeriana y de la Universidad del Valle. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

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