Beligerancia consular

Beligerancia consular

La doctora María Isabel Nieto, luego de un paso fugaz y sin mucho brillo por el concejo de Bogotá, se convirtió en una figura con cierta relevancia gracias a la designación que en el gobierno del expresidente Álvaro Uribe se le hiciera como viceministra del Interior, cuando el ministro era el dirigente conservador Carlos Holguín Sardi.

Tan pronto Holguín fue reemplazado por Valencia Cossio, Nieto renunció al cargo y se fue a hacer proselitismo de la mano de su jefe político, Germán Vargas Lleras, pensando que su breve trayectoria le alcanzaría para ganar una curul en el Congreso de la República. Como era de esperar, su aspiración nunca se materializó.

Con la llegada de Juan Manuel Santos al gobierno, Nieto fue designada al final del primer mandato como secretaria privada del presidente y a los pocos meses la promovieron al cargo de Cónsul General Central en la ciudad de Nueva York, en reemplazo de la cuestiona Elsa Gladys Cifuentes, funcionaria acusada de haber convertido al consulado en un directorio político al servicio de la denominada Unidad Nacional.

El papel de un cónsul

De acuerdo con las normas colombianas, específicamente el artículo 23 del decreto 3355 de 2009, además de las funciones establecidas en la Convención de Viena de 1963, los consulados tiene, fundamentalmente 12 responsabilidades, todas ellas enfocadas en la protección y la salvaguarda de los connacionales que viven o se encuentran en el exterior.

En la jurisdicción de Nueva York, que es la que le corresponde a la doctora María Isabel Nieto, habitan más de 300 mil colombianos y, valga decirlo, la mayoría de filiación uribista, hecho que se vio reflejado en el resultado de las elecciones presidenciales de 2014, cuando el 75.68% de las personas que votaron en los puestos ubicados en los Estados Unidos, lo hicieron por el candidato del Centro Democrático.

Aquello no significa, ni mucho menos, que la funcionaria deba ser una militante uribista. Pero el hecho de que sea una subalterna de Juan Manuel Santos, tampoco le concede licencia para ejercer como activista del antiuribismo, hecho que se vio registrado el pasado fin de semana cuando la señora cónsul lanzó, desde su cuenta personal, un desafortunado trino acusando de “embusteros” a los ciudadanos que promueven la recolección de firmas en respaldo al manifiesto “por la paz que queremos” propuesto por la oposición política democrática.

La cónsul Nieto, descalifica desde su posición privilegiada a quienes se oponen al gobierno

El hecho de que la progenitora de la cónsul Nieto no haya entendido el alcance de la propuesta uribista y no haya querido leer la proclama con la que cientos de voluntarios se volcaron a las calles, planilla en mano para buscar el respaldo de la ciudadanía, no es argumento ni razón que justifique la desacomedida reacción de la funcionaria.

Está muy bien que ella esté de acuerdo con las iniciativas de su nominador Juan Manuel Santos. Antes, cuando quien firmó su decreto de nombramiento fue Álvaro Uribe, también era defensora de sus políticas. Lo que no es honesto es que ella, que tiene que ejercer imparcialidad en virtud de su investidura, se convierta en una furiosa activista del sí frente a un eventual plebiscito de ratificación de los acuerdo de La Habana.

¿Qué garantía puede tener la oposición si la cónsul, entre cuyas funciones está la de servir como garante de los procesos electorales que se cumplan en el exterior, es una militante activa de la campaña por el sí?

Mesura, calma, tranquilidad, pero todo respeto se le debe exigir a la cónsul María Isabel Nieto, quien no puede olvidar que la gran mayoría de los ciudadanos para los que ella trabaja no respaldan, ni un poquito, a su jefe actual.

@IrreverentesCol