Iván Cancino: ¡Basta ya de infamias contra nuestro Nobel de Paz!

       Dudar de la palabra del doctor Juan Manuel Santos es un exabrupto. Un Nobel de Paz es algo sublime.

Tuvo toda la razón del mundo el señor presidente de los colombianos cuando mandó al carajo al tal Roberto Prieto, quien, no obstante haber sido el hombre fuerte en la adquisición de dineros para sus campañas a la Presidencia en 2010 y 2014, ni siquiera es amigo personal del mandatario y en su vida si acaso lo habrá visto un par de veces.

Y es que dudar de la palabra del doctor Juan Manuel Santos es un exabrupto. Él es el actual Premio Nobel de Paz y un Nobel de Paz es incapaz de andar en vueltas raras. Un Nobel de Paz es algo sublime, inmarcesible, algo que está muy cerca de los altares.

Y así es el presidente Santos, así sus enemigos digan lo contrario. Enemigos que, entre otras cosas, son muy pocos. Incluso, hasta me atrevo a afirmar que las encuestas que le dan a nuestro Jefe de Estado una popularidad del 20% o menos están amañadas.

Apenas se enteró de que el tal Prieto había asegurado en Blu Radio que en la campaña de 2010 hubo irregularidades relacionadas con Odebrecht, el Premio Nobel de Paz les salió al paso a sus declaraciones y, con la humildad que lo caracteriza y con tono compungido, dijo que “lamento profundamente y pido excusas a los colombianos por este hecho bochornoso (…) del que me acabo de enterar”.

Fue una declaración que sin duda le salió del alma al doctor Santos, quien debió haberse sentido ofendido en su honor como cuando Nixon tuvo que dejar injustamente la Presidencia de Estados Unidos, o como cuando Dilma Rousseff hizo lo propio en Brasil.

Pero, por fortuna, estamos en Colombia, que ni es Estados Unidos ni es Brasil. Aquí le creemos al señor presidente porque quién puede dudar de él cuando, para tranquilizarnos a los casi 49 millones de colombianos, afirmó que “no autoricé ni tuve conocimiento de estas gestiones (irregulares por parte de Prieto), las cuales se hicieron en directa violación de las normas éticas y de control que exigí se impusieran en la campaña”.

Más claro no canta un gallo: si Prieto o algunas otras personas de las campañas de 2010 y 2014 hicieron torcidos, allá ellos y que respondan ante la justicia, que, dicho sea de paso y para fortuna del país, es totalmente independiente de la Casa de Nariño.

No hay duda de que “los prietos” abusaron de la buena fe del doctor Santos que, como es de público conocimiento, es famoso por su ingenuidad y por creer ciegamente en la gente que le rodea.

Es más, conociendo el talante de nuestro Nobel de Paz, no nos asombremos si en breve le vemos haciendo fila en La Picota o en La Modelo para visitar a los que le traicionaron y le hicieron quedar mal. Así, para la historia quedaría una imagen similar a la de Juan Pablo II visitando y perdonando en prisión a quien en 1981 atentó contra su vida.

Que el tal Prieto respete, que no sea abusivo. Ese cuento de los afiches y de Odebrecht ni cierto será. Tanto en 2010 como en 2014 el doctor Santos hubiera ganado las elecciones con o sin Odebrecht. Que eso nadie lo ponga en duda.

Lo que pasa es que no falta uno que otro envidioso que no ha podido superar que el señor presidente haya logrado la paz con las Farc y de la manera más sencilla del mundo: consiguió que esa guerrilla, sin nada a cambio, entregara las armas y les pidiera perdón a los colombianos por uno que otro error cometido en más de medio siglo de conflicto armado.

Tampoco le perdonan a nuestro Nobel de Paz ser un líder mundial respetado y admirado, algo así como un Mandela latinoamericano. 

Con excepción del litigio con Nicaragua en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, donde nos ha ido más bien regular –eso hay que reconocerlo–, la palabra del doctor Santos es escuchada y acatada en cualquier lugar del planeta.

¿O quién en Colombia como nuestro Presidente se ha dado el lujo de ser invitado por la reina Isabel II al Palacio de Buckingham? ¿O cuántos líderes mundiales se han dado el lujo de paralizar a Europa, como lo hizo el doctor Santos, cuando en diciembre pasado fue a Oslo a recibir a nombre del Pueblo colombiano el Nobel de Paz?

Basta ya de persecuciones e infamias contra el Presidente de la República. Basta ya de decir que el mandatario les entregó el país a las Farc. Basta ya del cuento ese de que el Nobel de Paz fue comprado a los noruegos con petróleo. Basta ya de ataques contra las impolutas exministras Cecilia Álvarez y Gina Parody por el hecho de haber extendido una carreterita hasta Gamarra (Cesar) donde las dos tienen una ínfima propiedad. Basta ya de decir que el tal Prieto reconoció irregularidades en la campaña de 2010 para tratar de tapar los macrocrímenes de la de 2014. Y basta ya de esos chistes flojos como que al doctor Santos hay que rodearlo pero para que no se vaya a volar.

Dejen gobernar al primer mandatario que lo ha hecho y lo sigue haciendo a las mil maravillas. A callar detractores. Partida de envidiosos. Váyanse a la porra y déjennos con nuestro gobernante. Dios en el cielo y Santos en la tierra. O mejor al contrario: Santos en la tierra y Dios en el cielo. Como se decía en la República Dominicana de Trujillo.

P.D. En medio de las tribulaciones que ha tenido que padecer en los últimos días por las canalladas en su contra, el señor presidente hizo un alto en el camino y nos envió a todos los colombianos este mensaje a propósito de la visita que el papa Francisco hará a nuestro país en septiembre próximo: “Agradezco enormemente que el Papa ahora haya decidido venir a Colombia a decirnos a todos los colombianos que tenemos que unirnos, reconciliarnos, dejar atrás los odios, el resentimiento, la sed de venganza”.

Como se ve, son palabras de alguien que está por encima del bien y del mal. Palabras de un estadista que no conoce de odios ni de rencores ni de resentimientos y mucho menos de traiciones.

@CancinoAbog

Publicado: marzo 17 de 2017