Acabar con la “catedral” de Monsalve

Acabar con la “catedral” de Monsalve

Es una burla con el país el trato privilegiado que, por orden absurda de la corte suprema de justicia, recibe el falso testigo Juan Guillermo Monsalve quien, como Pablo Escobar en los años 90 del siglo pasado, vive con toda suerte de comodidades y prebendas.

Las cárceles son lugares de escarmiento. Así, quienes transgreden las leyes, le pagan a la sociedad por los daños causados.

Monsalve está en prisión como consecuencia de la sentencia condenatoria proferida en su contra por los delitos de secuestro -crimen de lesa humanidad- y porte ilegal de armas.

Desde que se convirtió en la persona de confianza del senador de las Farc, Iván Cepeda -alias ‘don Iván’-, empezó a recibir un trato preferencial por parte del INPEC. Aquello ocurrió durante el gobierno de Juan Manuel Santos.

Con el cuento de que la vida de Monsalve estaba en riesgo por cuenta de sus “declaraciones” -falsos testimonios- contra Álvaro Uribe Vélez, la corte suprema, particularmente el articulador de la farsa erigida para encarcelar al expresidente, el beodo José Luis Barceló -ese mismo que ordenó chuzar ilegalmente a su víctima- dispuso que Monsalve fuera recluido en una casa fiscal dentro del complejo de la cárcel La Picota, ubicada en el sur de Bogotá.

En teoría, Monsalve, para evitar un envenenamiento, debe estar alejado del resto de reclusos, totalmente protegido y aislado.

Pero las imágenes que él mismo tenía en los equipos electrónicos que le fueron incautados, demuestran que los cacareados riesgos de seguridad son un embuste absoluto. Su confinamiento es una burla al sistema penitenciario. El falso testigo está de fiesta y no cumpliendo una sentencia. Prostitutas, alcohol, drogas, teléfonos, computadores, equipos de sonido son algunos de los “lujos” a los que tiene acceso el peligroso delincuente Monsalve.

La única amenaza que tiene la vida el empleado de Iván Cepeda corre por cuenta de las exageradas cantidades de alcohol que él ingiere en el resort que Barceló hizo que el INPEC le asignara. Peligroso que en una de esas bacanales, Monsalve termine muerto pero de la borrachera, o asfixiado con las sustancias espumosas con las que se rosea con ocasión de los jueguitos eróticos que adelanta con las meretrices que lo frecuentan.

Todo es un chiste. Una farsa. Monsalve recita un libreto que prepara ‘Don Iván’. A cambio de ello, puede estar en fiesta permanente en la cárcel, tiene permiso para hacer negocios de minería, traficar estupefacientes y, posiblemente -como así lo indican algunas evidencias preliminares- ordenar el asesinato de sus enemigos.

Si en gracia de discusión fuera cierto el nivel de riesgo de ese sujeto, lo prudente es que se suspendan las visitas de las mujerzuelas que entran y salen de su lugar de reclusión como Pedro por su casa. Una de esas hetairas podría hacerle daño o transmitirle una enfermedad venérea.

Así que para salvaguardar al amenazadísimo Monsalve, el INPEC tiene la obligación de remitirlo, cuanto antes a un pabellón de máxima seguridad, donde los guardianes se encarguen de cuidarlo, de evitar que otros reclusos se le acerquen y de prevenir cualquier ataque del exterior.

A Monsalve, en aras de garantizarle la vida y la integridad personal, hay que darle un tratamiento penitenciario idéntico al que reciben presos como los psicópatas Garavito y Uribe Noguera, que son personas con altísimos niveles de riesgo, razón por la que están recluidos en la cárcel de Valledupar, considerada como una de las más seguras del planeta.

@IrreverentesCol

Publicado: abril 14 de 2021

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