¡100 mil muertos!

¡100 mil muertos!

Nadie imaginó que la brutal pandemia fuera a cobrar la vida de 100 mil compatriotas. En tan solo 15 meses, el devastador COVID-19 ha golpeado a las puertas de casi todos los hogares colombianos.

Si algo debe reconocérsele al gobierno de Duque, fue la seriedad con que asumió el desafío de la naturaleza. Al presidente de la República no le tembló el pulso cuando le correspondió tomar las medidas pertinentes para evitar un contagio masivo, cuando el coronavirus ingresó a Colombia a comienzos del año pasado.

El dilema ha sido y sigue siendo difícil: hubo que sacrificar a la economía para salvar vidas. Empresas cerradas y muchas de ellas arruinadas para siempre, ha sido el costo que Colombia tuvo que asumir para evitar una mortandad aún mayor.

Con el paso de los meses, los protocolos fueron relajándose. La gente necesitaba volver a su trabajo. No obstante, las reglas como el distanciamiento social y la reactivación paulatina se mantuvieron incólumes.

Empezó la vacunación, la cual, hay que decirlo, ha sido estupenda. Se han superado todos los pronósticos. Colombia es de los países del mundo que, a pesar de sus dificultades económicas, más rápida y eficazmente ha cumplido su plan nacional de vacunación.

Pero la crisis está aún muy lejos de ser superada.

De manera irresponsable, el cabecilla del socialcomunismo colombiano, Gustavo Petro, decretó una jornada de movilizaciones, bloqueos y desmanes violentos a lo largo y ancho del país.

Valiéndose de la torpe reforma tributaria como pretexto para incendiar al país, Petro estimuló a sus seguidores para que se volcaran a las calles. Él, eso sí, se ha mantenido al margen de cualquier riesgo. Primero, estuvo en Italia, luego regresó y se escondió en su lujosa mansión ubicada en los extramuros capitalinos.

Mientras sus cerriles seguidores se abalanzaron a las calles con el propósito de incendiar, saquear y destrozar todo lo que se les cruzara por el frente, Petro se mantuvo bien resguardado. Poco le importa la vida de los suyos.

Los indicadores son inequívocos. Desde que empezó el paro, hace cerca de dos meses, las cifras de contagios ha crecido exponencialmente. Más de 3.9 millones de personas en Colombia han sido infectadas y cerca de 100 mil han perdido la batalla contra ese virus letal.

Las unidades de cuidados intensivos en las principales ciudades están desbordadas. No hay cupos en ninguna de ellas. Son las consecuencias de los desmanes violentos y las aglomeraciones convocadas por Petro y los suyos.

Él, que lleva más de un mes acicateando a los suyos para que se vayan a la calle, ahora tiene que cargar con las consecuencias de su irresponsabilidad.

Su lugarteniente, el brutal Gustavo Bolívar fue más allá y, violando la ley, se ha concentrado en pagar a los mercenarios que integran a la banda criminal que él mismo ha llamado ‘primera línea’. Miles de personas, muchas de ellas indigentes y drogadictos, son los encargados de mantener los bloqueos en las principales vías del país. Todas esas congregaciones han sido catalizadoras del coronavirus, con los efectos demoledores que hoy se padecen.

A las cosas hay que llamarlas por su nombre. El promedio de 500 muertos diarios que se ha visto en los últimos dos meses tienen a un solo responsable: Gustavo Petro.

Y si hoy Colombia está ad portas de llegar a las insospechadas 100 mil fatalidades es gracias a la irresponsabilidad del cabecilla de la ‘Colombia Humana’. Él, Gustavo Petro, dio la orden de romper el confinamiento y las normas de distanciamiento. En consecuencia, él debe ser responsabilizado por ese doloroso número de muertes que diariamente se observa en el país.

@IrreverentesCol

Publicado: junio 21 de 2021

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